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EL INICIADO

Grados vigésimo tercero al vigésimo quinto

23Grado 23º.

El Primer León, Orgullo Castigado.

25

La soberbia nos puede perder, al hacernos tomar la parte por el todo y lo menor por lo mayor.

Desgraciado aquel que pretende un día que su fragmento de verdad es el conocimiento absoluto. Como el león de la imagen, él también quedará literalmente malparado, solo y sin apoyo, con los pies en el aire. Descubrirá así que su sabiduría no era tan grande y que aún le restaba mucho por aprender.

Debemos comprender que cuanto más se sabe, mayores son las responsabilidades y menor el derecho a vanagloriarse. Nada es más fácil que caer cuando se llega a un lugar elevado y, como bien dice "Luz en el Sendero", "El hombre que se cree justo, se prepara un lecho de cieno".

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24Grado 24º.

El León Aladao.

26

«Recuerda hijo de la Tierra que la luz de los Misterios es un fluido terrible puesto por la Naturaleza al servicio de la voluntad. Ella alumbra a quienes saben dirigirla y fulmina a los que ignoran su poder o abusan de ella».

Estas palabras de un hermetista, se aplican al caso que nos ocupa. De nuevo se reitera que quien más alto sube, de más alto puede caer. Es una ley oculta de la vida que la responsabilidad y los efectos kármicos no son los mismos para el sabio que para el ignorante.

Este segundo león es muy diferente del que analizamos en el grado anterior. El león alado que ahora vemos, ha encontrado el equilibrio entre el cielo y la tierra que al otro le faltaba, y todo en él es fuerza y vigor. Esto porque ha caído de sus ojos la banda fatal de los errores que lo cegaban, en particular el del orgullo.  Ahora el león se transforma en portador de un mensaje severo para el Iniciado, que es el que ya hemos visto. Su rol es alejar de nuestra conciencia toda idea malsana, todo egoísmo disolvente, todo pensamiento destructivo, toda soberbia separativa y absurda.

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25Grado 25º.

La Contemplación interior de lo divino.

27

El hombre con los ojos vendados simboliza la contemplación interior de lo divino. La actitud de la figura es la de bendecir o consagrar. Tiene los ojos vendados y su semblante refleja paz y armonía. Nada precisa buscar fuera de sí, pues sabe que la Verdad se halla en su corazón.

Esto hace recordar al Maestro Lao-Tse cuando decía "Sin mirar las ventanas se pueden conocer las sendas del cielo". Sirve el símbolo para resaltar la importancia central que tiene la práctica de la meditación. De ella no se puede prescindir desde el comienzo mismo de la Vía Iniciática. El problema reside en que se requiere recibir instrucción al respecto de un verdadero Maestro pues muchos irresponsables enseñan esta disciplina de manera falsa y perjudicial para el que la práctica.

Como ejemplo mencionaré aquello de poner la mente en blanco, producto de la fantasía y la incomprensión de falsos instructores. En realidad en este símbolo hay además alusión a otra disciplina que es la práctica de Amor Universal.

El sabio lo es por haber conocido su propia realidad interior. De ella emana su luz, su fuerza, su grandeza y el valor de sus enseñanzas. Y para citar a otro Iniciado y poeta, recordemos a San Juan de la Cruz: "Olvido de lo creado,..., atención a lo interior y estarse amando al Amado".

Recalco aquí lo de "olvido de lo creado' .Esto se halla simbolizado por la venda en los ojos, pero no es indiferencia ni insensibilidad hacia el prójimo, como lo prueba la actitud de bendecir en la figura. Es recogimiento interior en la disciplina espiritual, la que comienza por irradiar amor a todos los seres y al Universo en su totalidad.

A esta altura conviene plantear una cuestión doctrinal de la mayor importancia, debido a la confusión que reina respecto a los roles que juegan por un lado la devoción (o bhakti) y por otro la iniciación (o diksha).

La devoción o bhakti no es otra cosa que la culminación natural de la experiencia religiosa. Es la vía pasiva de realización espiritual que se conoce actualmente con el nombre de misticismo. Es vía pasiva, pues supone la entrega total del propio ser a Dios, movido por la devoción y el amor. La meta u objetivo de la vía religiosa y mística es la denominada salvación que, por supuesto, nada tiene que ver con lo que suponen muchos idólatras ingenuos.

La salvación desde un punto de vista tradicional es simplemente la prolongación post-mortem de los estados personales para poder permanecer en la denominada "corriente de las formas", en condiciones más ventajosas, tanto en los planos sutiles como en el retorno al mundo físico. A esto apuntan también los ritos funerarios de las diferentes sectas religiosas.

La liberación (Moksha o Mukti) es, en cambio, el objetivo natural de la Vía Activa o Iniciática, compuesta de DIKSHA (Iniciación) y SADHANA (disciplina espiritual). La Liberación significa salir de la corriente de las formas por medio del acceso a estados supra personales que no pueden situarse ni en el espacio ni en el tiempo.

Naturalmente esta es la Enseñanza Tradicional Esotérica, repartida en los Santuarios Iniciáticos desde la más remota antigüedad. Debe destacarse empero que la Liberación no supone un final ni es un estado límite.

Es simplemente una etapa en el Brahma-Samipya o aproximación indefinida al Parabrahman, el Dios del Universo a través de estados del Ser de siempre creciente gloria espiritual. Este es el camino de la Vía Iniciática denominado en sánscrito el devayana o "sendero de los dioses". El camino propio de la vía pasiva o religioso-mística, es el pitriyana o "sendero de los lares, el que no rebasa los límites de la corriente de las formas.

El problema medular que se plantea aquí es el siguiente: ¿Se puede recorrer el devayana, sin apego devocional que recaiga en una forma religiosa tradicional? La respuesta de la doctrina tradicional es categóricamente negativa.

No solamente se requiere la devoción, sino que ésta debe cumplir con exigencias bien determinadas, so pena de resultar infructuosos los esfuerzos del aspirante.

Este desde luego, es un tema cuya respuesta satisfactoria y completa exigiría escribir un libro entero. Sin pretender agotar el tema, digamos aquí lo siguiente: La componente devocional o bhakti, debe existir y manifestarse, principalmente en dos formas.

El aspirante debe cotidianamente entregarse a la Divinidad, no importa cuál sea el nombre que le dé, adorándola como ser interno y esencia de la vida, entronizada en la cámara etérica de su propio corazón. Este sometimiento consciente a la Voluntad Divina es el paso previo esencial para vencer el posesivismo y la separatividad egoístas (ElSwarta Dosha de que nos hablan los maestros hindúes).

El segundo punto esencial que aquí resumo brevemente, es la manera de adorar a Dios en las formas de meditación conocidas como: Saguna y Suddha -Dhyana (la anteriormente mencionada es la denominada Nirguna-Dhyana). Este es el misterio de la Shakti o personificación femenina del poder de Dios como Madre Divina. Ningún iniciado puede desconocer esta Ley en el orden metafísico en cuanto que la adoración a Dios debe siempre efectuarse concibiéndolo como inseparablemente unido a su Shakti o Poder, so pena de fracasar en la empresa.

Como resulta casi obvio concretizar la idea de la Shakti a nivel de personalización en la figura de la Madre Divina, pues ello estimula y facilita la devoción, esto surge de modo diríamos espontáneo  como manera de alcanzar las altas metas espirituales.

Hasta aquí lo que es verdadero a nivel devocional.

Lo que es absoluta y completamente falso es que sea necesario revestir esa componente de bhakti con formas rituales pertenecientes a determinada tradición religiosa.

Esto último resulta incluso contraproducente pues ahora el esfuerzo del aspirante en pos de la Verdad se puede ver ahogado en los estrechos moldes del sectarismo dogmático.

Naturalmente quienes hacen circular este tipo de doctrinas tienen normalmente sus intereses proselitistas (por lo que no es casual que se expresen de este modo).

Cabe decir incluso algo más de estas personificaciones de aspectos abstractos de la Divinidad a lo largo de los siglos. Hemos mencionado a la Shakti hindú, personificación como Madre Divina del Poder de Dios. En el Islam, los sufíes personifican el Conocimiento Trascendental, beatífico y embriagante, con el nombre femenino de Laila o a veces de Salma.

Ya en el antiguo Egipto la diosa Maat, personificaba a la Verdad y a la Justicia. Y en la Iglesia Católica es fácil observar en un marco puramente exotérico la deificación progresiva de la Virgen María, que pasa de ignota servidora del Señor y de estar reñida con su propio hijo (según consta en los Evangelios si se los lee con atención y discernimiento) a ser reina y señora de toda la Creación.

Para esto hay indudablemente buenas razones psicológicas.

La enorme mayoría de los seres humanos son totalmente incapaces de concebir una idea abstracta y menos aún pueden experimentar devoción por ella, lo que supone un grado considerable de refinamiento mental y espiritual. Al adoptar la noción abstracta una forma personal y concreta, todo se simplifica y la dificultad desaparece.

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