Otro cuento de Navidad
“…como si no hubiera ya suficientes”
Érase una vez la Navidad, ese maravilloso tiempo de paz, concordia, buenos deseos y felicidad…
Espera un momento… ¿a quién quiero engañar…?
La Navidad, en teoría, puede que tiempo atrás fuera eso, pero por desgracia se ha convertido en la época más falsa del año. Te pueden llegar a felicitar hasta aquellos que a lo largo del año te hacen la vida imposible e incluso aquellos que cada vez que pasan a tu lado, agachan la cabeza para evitarte.
También son esas fechas en las que te pueden llegar a mandar ridículos mensajes de paz y prosperidad aquellas personas que te dejaron tirado cuando más las necesitabas.
¿Y qué decir de los deseos de fin de año?, esos que todos pedimos con la venida del nuevo año como si se nos fueran a cumplir por el simple hecho de que en ese momento, tal vez influidos por el alcohol, somos tan buenas personas que se nos olvida todo el daño que hemos hecho y nos sentimos el centro del universo.
Una vez me contaron una historia que como la mayoría de las historias que pasan de boca en boca puede ser que tenga “algo de verdad” y “mucho de fantasía”.
Dicen que eran ya casi las doce del 31 de diciembre de quién sabe qué año… Su vida era una vida normal como la de cualquier mortal. Cena familiar, algún que otro cuñado ya pasado de copas, lo normal.
Poco antes de las campanadas, le invadió un recuerdo muy remoto, tan remoto que hasta era vago. Veinticuatro años habían pasado desde aquel “Hemos cortado” que pronunció a los pies de una cama en aquella antigua casa.
Aquellas palabras marcaron la vida de muchas personas y a ellos les separó de una manera definitiva, o eso creían ellos. La cuestión es que decidió pedir un deseo muy personal pensando que nunca se realizaría.
Según iban sonando las campanadas de media noche pidió:
“Quiero volver a verle antes de morir, aunque sea por última vez”
Lo que esa persona no sabía era que hay ocasiones en las que por la razón que sea, que yo realmente desconozco, hay deseos que se cumplen. A los pocos días, algunos dirán que por casualidad y otros que por causalidad, se volvieron a encontrar y todo aquello que había estado encerrado en eso que algunos llaman “olvido”, salió sin ningún control.
Ninguno de los dos pudo evitarlo. Ella solo quería volver a verle por última vez y él solo quería una explicación de lo pasado veinticuatro años atrás. Explicación que nunca pidió y que nunca le fue dada, simplemente lo asumió.
Dicen que la Navidad tiene esas cosas, pero esos días pasan y sigue la vida con todos sus problemas cotidianos y esos deseos, cumplidos o no, tienen que afrontar que todo es más complicado de lo que puede parecer. Sobre todo si nada es realmente cierto o y si no se está dispuesto a llegar hasta el final.
Muchas veces no somos conscientes de la fuerza que puede llegar a tener la mente…
“ten cuidado con lo que deseas…
…porque se puede hacer realidad”
A muchos kilómetros de distancia, a la misma hora, en el mismo instante que era pronunciado el deseo…, el receptor del mismo se empezó a sentir muy mal. Un gran desánimo y angustia le invadió de repente sin saber por qué. Le empezaron a llegar imágenes de un pasado escondido en lo más profundo de su mente. Guardado como un tesoro que no se quiere perder pero al que hay que mantener bien escondido porque su solo recuerdo produce una gran pena y desazón al no poder entender la razón del por qué suceden algunas cosas.
Cada campanada era como una llamada… “1”, “2”… has la número “12”. Las uvas se quedaron encima de la mesa y no hubo brindis por su parte. Se quedó paralizado durante un rato mientras los que estaban a su lado se abrazaban y felicitaban por el nuevo año.
— ¿Te pasa algo? —le preguntó una de sus hermanas.
— No, tranquila —contestó— Me ha debido sentar algo mal en la cena.
— ¡Estás pálido! —dijo otra.
— Ya se me pasará —volvió a decir— Tranquilos que estoy bien.
A los pocos días, revisando su perfil de Facebook le llegó una de esas sugerencias de amistad que todo aquel que sea usuario de la red sabe que le llegan sin venir a cuento y que nos explican que es por algo llamado “algoritmos” que vinculan unos perfiles con otros.
Al ver la sugerencia de amistad, se quedó perplejo. No podía ser, los apellidos le eran muy familiares pero el nombre no. Tras un rato dudando de si aceptarla o no, decidió hacerlo y le envió un mensaje:
— Hola, he recibido una sugerencia de amistad y necesito hacerte una pregunta —escribió.
Al cabo de un rato, ante su asombro, la persona contestó:
— ¿Eres tú?, madre mía… ¡No me lo puedo creer!, ya verás la sorpresa que se va a llevar mi hermana cuando le diga que he hablado contigo. ¡No se lo va a creer!, estuvimos hablando de ti hace unos días.
A cada frase que escribía él, esa persona terminaba su frase con un…
— ¡No me lo puedo creer!
Y no era para menos, cada vez que intentaba preguntarle por ella y por cómo le iba en la vida, le venían a la cabeza aquellas doce campanadas y la angustia vivida durante ese espacio de tiempo, pero no era menos verdad que siempre había querido saber la verdad de lo sucedido veinticuatro años antes y solo una persona en el mundo tenía las respuestas… Ella.
Armándose de valor preguntó:
— ¿Cómo está tu hermana?
— Está muy bien —contestó— mañana viene a merendar. Se va a caer de culo cuando se lo cuente, ¿quieres hablar con ella? —preguntó.
— No lo sé, creo que lo mejor será que no.
— No seas tonto, le va a hacer mucha ilusión.
Al final, después de varios “noes” y muchos “no sé”, le convenció. Probablemente debió haber mantenido ese “no” pero pudo más el deseo de saber qué ocurrió años atrás.
El resto, perdónenme pero no es más que la historia de todo lo que pudo ser y no fue… un deseo cumplido que a la postre no trajo más que sufrimiento. Hay cosas que se deben dejar tal y como estaban porque las personas, a pesar de que digan lo contrario, son como son y su naturaleza destructiva es más poderosa que los sueños y claro… lo volvió a hacer.
El problema es que ahora ya no hay tiempo. El problema es que el daño producido es más serio que el simple ego herido de un chaval de diecisiete años que no entendía nada de la vida ni de las personas.
Ojalá pudiera decir que al final el cuento tuvo un “Final Feliz”, pero no es así… la Navidad no es más que un mal recuerdo de aquellas doce campanadas que le hicieron perder todo lo que tenía y quería.
Antes de pedir un deseo, pregúntate varias cosas:
- ¿Quiero que ese deseo se cumpla?
- ¿Estoy dispuesto a asumir sus consecuencias?
- ¿Soy consciente del daño que le puedo hacer a terceras personas?
- Si lo consigo… ¿estoy dispuesto a llegar hasta el final o no es más que un juego del que me puedo retirar en el momento que quiera dejando tirado al otro?
Todos en la vida tenemos momentos buenos y no tan buenos. A los buenos es fácil estar. Risas, copas, viajes, viernes de fiesta… pero es en los malos momentos cuando se demuestra el tipo de persona que somos y es ahí cuando el sueño se convierte en pesadilla y el cuento pasa a ser la pura realidad.
En fin… “Ten cuidado con lo que sueñas y deseas, porque algunos deseos pueden hacerse realidad” y es posible que con el tiempo, hubieras preferido seguir soñando.
Ten cuidado con lo que pides en momentos determinados porque aunque yo no sepa el por qué… hay veces que nos es concedido aquello que pedimos y sin darnos cuenta podemos estar haciendo daño a quien no lo merece.
De todas maneras, os deseo a todos y a todas, una “Feliz Navidad” y deseo que todos vuestros deseos se cumplan y que consigáis ser felices (yo también puedo ser falso pero solo por exigencia del guion). Os deseo un año de prosperidad y que alcancéis todas vuestras metas, que encontréis es “Futuro” que tanto buscáis y que todo a vuestro alrededor sea un remanso de paz y felicidad junto con todos aquellos que os dicen que os quieren, siempre y cuando hagáis todo aquello que quieren que hagáis aunque no sea lo que deseáis.
Mientras tanto, yo seguiré esperando a que vuelva la ilusión. Seguiré esperando una señal que me vuelva a hacer creer en el ser humano y que me haga ver de nuevo que no todo en el mundo se mueve en torno a mentiras y al dinero. Seguiré esperando con la esperanza de que la gente actúe de corazón y no por interés. Seguiré esperando que todos aquellos que malmeten se den cuenta de que no son el centro de atención y de que no tienen derecho a manipular a nadie. Seguiré esperando a que todos los que juzgan, sean juzgados de la misma manera algún día.
Y por supuesto… Sigo esperando que una mentira, por muchas veces que se repita siempre sea eso, una mentira. La verdad no necesita excusas, simplemente lo es y si eso es, como algunos me dicen, ser un radical… entonces debo serlo. Yo, personalmente prefiero ser llamado «radical» a que me llamen «falso».
“Feliz Falsedad”
«Otro cuento de Navidad» es un texto original de 1331ocho registrado en SafeCreative con el número 1912272755313 y pertenece al Volumen 3 de Pensamientos… que nunca debieron salir de mi cabeza.
Imágenes Bolas de Navidad en logo 1331ocho by: Gerd Altmann
Widget not in any sidebars