Ak Kin – Dios del Sol
AK KIN, Dios del sol. Entre los mayas había un aspecto dual del Sol: el anciano celeste asociado a Itzamná y llamado Itzamná Kinich Ahau y por otra parte el joven sol, personificación del día (Ahau) quien cortejaba a la luna con quien tuvo algunas aventuras. Llevaba una cerbatana por la tierra antes de ser el Sol, el joven dios Sol suele representarse con ojos almendrados, mientras que en su forma de anciano Itzamná Kinich Ahau (rostro del Sol), suele representarse con sus enormes ojos cuadrados, bizcos, la nariz muy recta y los dientes incisivos superiores limados en forma de una pequeña “T”. En los códices se le agrega el signo Kin (sol, día) de cuatro pétalos.
En todos los pueblos antiguos se ha rendido culto al Sol, representado por el Logos Solar y el Logos solar tiene tres aspectos: Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuando se dice que adoraban al Sol no se refiere al sol físico, (que nos alumbra y nos da vida) sino al Sol espiritual, al Cristo Sol o Sol de la medianoche quien siempre se haya relacionado con el fuego solar.
Los mayas trataron de identificar al Sol con el Espíritu Universal de Vida. El sol es un medio para que comprendamos la realidad del Espíritu. El Dios Sol en lo Microcósmico es el Intimo, la parte más recóndita y espiritual dentro del ser humano y desciende desde su esfera espiritual a este mundo físico, para ayudar internamente a nuestra alma; en lo Macrocósmico es el Logos Solar quien nos da vida espiritual, nos guía y orienta en el camino inciático.
El Cristo en esoterismo es el Logos Solar, el Cristo es un prototipo psicológico de perfección, es necesario entender en forma concreta y objetiva el significado del término CRISTO, el cual no es un individuo ni humano ni divino, es una fuerza universal que palpita en las estrellas, en los soles, en los mundos y en el átomo del Infinito. Es la segunda fuerza logoica que debemos encarnar bajo el precepto del amor a la humanidad y cuando un hombre asimila la substancia Cristo en lo físico, psíquico y espiritual, se Cristifica.
El acontecimiento de la Navidad o el nacimiento del Cristo en el pesebre del mundo es un acontecimiento cósmico y universal, tanto en el Macrocosmos como en el Microcosmos. (tal como es arriba es abajo)
Quien acepte de buen agrado las manifestaciones desagradables de los demás, quien sea capaz de besar el látigo del verdugo, quien devuelva bien por mal, quien sea capaz de amar a sus enemigos, quien sea capaz de dar la última gota de su sangre para que otros vivan, esta persona se está preparando para un día asimilar dentro de sí la fuerza del Cristo que es amor tal y como la asimiló el divino rabí de Galilea, debemos seguir su ejemplo para un día obtener esa fuerza cósmica en nuestra conciencia y espíritu.
Debemos comprender la necesidad de transformar las impresiones, las impresiones son todas esas percepciones que recibimos a través de los cinco sentidos y que al ser captadas por el ego se convierten en sensaciones de tipo visual, auditivo, táctil, olfativo y gustativo y las cuales vienen a fortalecer los defectos que ya tenemos y a crear nuevos yoes, al venir al mundo traemos muchos yoes ancestrales que fortalecemos y también nacen nuevos, una tempestad, el calor fuerte, el frío, producen una contrariedad, viene una objeción y esto es suficiente para que nazca un nuevo yo. Los agregados psicológicos viven en el interior de nuestros cuerpos y cada uno tiene tres cerebros: intelectual, emocional y motor-instintivo-sexual, lo que debemos hacer para transformar una impresión es actuar sin identificarse, sin objeciones, la conciencia debe tomar parte activa en este proceso.
En la Teogonía maya dos dioses intervienen en la creación: uno que da la vida y forma al hombre y otro que le da la conciencia. El Tercer Logos hace fecundas las aguas de vida y cuando éstas han sido fecundadas, interviene el Segundo Logos infundiendo la conciencia en todos los organismos. Con ayuda del segundo Logos este mundo tiene conciencia, por lo que así nosotros también podremos despertar conciencia.
Debemos enfatizar que CRISTO no vendrá desde afuera a salvarnos sino desde adentro, desde el fondo de nuestro corazón.
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