Yun Cimil – El amo de la Muerte
YUM CIMIL “El amo de la muerte”, se acostumbraba llamarlo también con el nombre de AH PUCH (ser malévolo asociado con la guerra y los sacrificios) lo representaban con la cabeza y el cuerpo algo descarnados, el vientre hinchado y con manchas de la descomposición del cuerpo, en la mitología maya es el dios y rey de Xibalbá (el inframundo). Como adorno lleva unos cascabeles y ojos de muerto en el pelo, las muñecas y los tobillos. Era considerado jefe de los demonios y reinaba sobre el más inferior de los nueve mundos subterráneos, sus compañeros son el perro, el ave mohán y la lechuza, considerados como criaturas de mal agüero y de muerte. Otros dioses asociados también a la muerte tienen en la mejilla el signo parecido a % y el ojo de muerto. El dios Jaguar y los Bolontikú (9 señores de la noche) complementan este grupo de dioses asociados con la muerte, no solo del cuerpo físico y los estados post-mortem, sino también con la muerte de nuestros agregados psicológicos.
Estos Dioses de la muerte, con sus elementos y adornos, solamente son una representación de esta etapa final de la vida y a la que todos tendremos que enfrentarnos en algún momento, empero en el aspecto interior son seres infinitamente misericordiosos que trabajan de acuerdo a leyes naturales y cósmicas, cumplen con un papel que les es asignado; tienen a su servicio a los Ángeles de la muerte quienes son los encargados de desconectar el alma del cuerpo físico y nos pueden guiar en los estados post-mortem, mientras que los Ángeles de la Vida trabajan conectando la vida al óvulo fecundado.
En otro aspecto también son partes del Ser que se encargan de instruirnos en los procesos íntimos de la muerte de los defectos de tipo psicológico, el hecho de declarar la guerra al ego que cargamos dentro, implica que estemos en estado de alerta en todo momento, tenemos que pasar muchas veces noches tenebrosas, noches de combates contra aquellos enemigos de nuestro Ser y de nuestra Madre Divina, ellos son los señores de Xibalbá, tal y como afirma la mitología maya, sin embargo, el ego es una tremenda realidad que vivimos de instante en instante. Su figura está asociada frecuentemente con el dios de la guerra y de los sacrificios humanos: necesitamos salir victoriosos en las guerras internas contra nuestros enemigos ocultos.
Los mayas creían en la inmortalidad del alma y en una vida póstuma y según su forma en que había vivido el difunto, era recompensado o castigado de acuerdo a sus obras después de la muerte. Si sus obras buenas excedían a las malas, iba de vacaciones a los paraísos elementales de la naturaleza, si sus malas acciones excedían a las buenas, eran enviadas esas almas a los mundos subterráneos donde reinaban los señores de Xibalbá, un lugar de tormentos, de sufrimientos y de dolor. Sus mensajeros eran las lechuzas.
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