El Espejo


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Érase una vez una muchachita triste y solitaria. Poseía todos los complejos que una persona puede tener sin darse cuenta de que no eran ciertos.

Cada vez que se miraba al espejo, no le gustaba lo que veía y eso a pesar de que todos le decían que era hermosa, y de hecho lo era. Pero ella solo veía fealdad en el reflejo, o por lo menos eso decía.

Fueron muchos los que a lo largo de su vida la decían que estaba equivocada pero ella solo hacía caso a su espejo.

Se podría decir que solo una persona logró convencerla y sacarla de su jaula, pero al hacerlo lo único que consiguió, sin querer, fue que cambiara y que se olvidara de quien fue.

Todas Las personas que intentaban acercarse a ella se enamoraban profundamente de su sonrisa mellada y de esos ojos que hablaban más que su boca; si eso era posible, porque hablaba por los codos con esa vocecita de niña pequeña que tenía.

Era delgada, muy delgada. Con la piel blanca como la leche, el pelo canoso por la edad y teñido con tintes baratos que se empezaban a ir tras el tercer lavado. Cuando sonreía dejaba entrever un diente roto desde su niñez que le impedía reír sin taparse la boca.

Siempre con uno de sus innumerables bolsos, colgado del brazo, a modo de fiel acompañante de paseo. No andaba… se deslizaba por las calles, girando la cabeza en todos los escaparates, buscando ese reflejo que más le favoreciera. Cuando lo encontraba, se le escapaba una medio sonrisa de complicidad y por un instante se sentía la más bella del lugar. Pero era solo eso… solo era un instante.

De vez en cuando suspiraba como si en un momento dado le viniera algún recuerdo a la mente. Giraba la cabeza como negando aquello que estaba pensando y seguía adelante como si nada. O quien sabe si maldiciendo todo aquello que pudo ser y no fue.

Nunca he visto a una persona andar tan rápido y con ese estilo, mirando de arriba abajo como queriendo pasar desapercibida, con los brazos cruzados. Brazos que solo separaba para colocarse los rebeldes pelos canosos teñidos de rubio que tapaban ese rostro que ella decía que no le gustaba.

Uno de sus mayores complejos siempre fue su nariz. Mentiría si dijera que no era más grande de lo establecido en los cánones, pero le daba esa personalidad que a mi tanto me gustaba y que me atrapaba.

Por si fuera poco, su espejo un día le descubrió que el diente medio roto, que según ella afeaba su sonrisa, había decidido que ya era hora de caerse y dejar el hueco completo. Si medio diente la acomplejaba, ¿qué podría decir de su falta? Era una catástrofe. Ya no saldría más de casa, ya no podría medio sonreír.

Decidió, con buen criterio, que ya era hora de estrenar una nueva sonrisa y se puso uno nuevo. Pensaba que a partir de entonces, hasta el espejo le sonreiría. Ahora estaba más guapa que nunca con su nueva sonrisa pero ya no era ella, esa sonrisa no era suya.

Cuando una sonrisa es falsa, pierde todo su encanto original y eso precisamente fue lo que perdió. Perdió parte de su personalidad, su “yo”. Ese “yo” que a pesar de sus complejos tanto me gustaba.

El problema de la belleza o la fealdad es que es algo realmente subjetivo y como todas las cosas subjetivas de la vida… no atienden a la razón, sino más bien a lo que pensamos que los demás piensan de nosotros.

Siempre he admirado a esas personas que son capaces de quererse a sí mismos, sin importarles lo que los demás puedan llegar a pensar. Pero entiendo que vivimos en una sociedad que es un espejo en el buscamos continuamente el mejor reflejo de nosotros mismos con el falso pretexto de sentirnos bien. El problema es que eso no siempre es cierto, más bien lo que buscamos con mayor o menor fortuna es ser aceptados y que los demás nos vean bien. Si los demás nos ven bien, entonces supuestamente estamos bien, pero eso es uno más de nuestros errores porque terminan existiendo personas a las que solo les importa la apariencia exterior, dejando a un lado eso que nos hace verdaderamente humanos, que es nuestro interior.

El verdadero problema de la gente que tiene tantos complejos es que por más que arreglen uno de ellos, lo único que consiguen a la larga es acentuar los demás. Siempre van a tener algo que no les guste de sí mismos y muchas veces los usan para así poder echarles la culpa de todas sus desgracias.

Yo la aceptaba tal y como era, es más… me gustaba tal y como era pero hace tiempo que por desgracia ya no la reconozco. No me gusta en lo que se ha convertido y no hablo solo de aspectos físicos, que para mí no son importantes. Hablo de los cambios emocionales y de la personalidad que traen consigo, que hacen que un individuo deje de ser la maravillosa persona que era para convertirse en todo aquello que criticaba. Pero claro… ¿quién soy yo para juzgar a nadie?

En realidad, cada persona tiene derecho a cambiar si no es feliz con lo que tiene o si no acepta el reflejo de su espejo personal, pero me da pena, porque van cambiando. Nunca más volverán a ser las personas que eran y si piensan que desaparecerán todos sus complejos, se equivocan porque cada uno de nosotros, aunque lo neguemos, tenemos los nuestros a pesar de que día a día tratemos de ocultarlos o de negar que existen.

Aquel diente le pudo dar una nueva sonrisa con la que encandilar a los demás, pero le hizo perder su “yo” y eso es algo que por muchas risas que exhiba… ya nunca más volverá.

Eso sí, si es más feliz porque el reflejo del espejo es más bello… no hay nada más que decir. Cada uno tiene que sentirse bien consigo mismo, aunque sea a base de tapar agujeros con otra mentira más. La pregunta es… ¿cuál es el siguiente complejo a ocultar?

El día que consigamos aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos, ya no necesitaremos esos espejos para que nos mientan. Simplemente viviremos nuestra vida sin importarnos lo que los demás piensen de nosotros. Seremos libres y quien sabe… siendo libres hasta es posible que consigamos ser felices de verdad porque no tendremos que estar pendientes de si los demás nos aceptan o si les gustamos o no.

“si algún día vuelves a ser tú,

.. yo estaré aquí esperando”

 


«El Espejo» es un Texto original de 1331ocho registrado en SafeCreative con el número 1911012376238 y pertenece al Volumen 2 de Pensamientos… que nunca debieron salir de mi cabeza.

Imágenes 1331ocho by: 1331ocho



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