Érase una vez un trocito de celulosa al que la vida le dio la función de Kleenex. Pasaba los días metido en su paquete con sus nueve compañeros, resguardados de frío y la humedad, soñando con ser un día útiles y servir al propósito para el que fueron creados…
“secaréis las lágrimas de las personas cuando lloren de tristeza o alegría…”
“aliviaréis resfriados…”
“secaréis el sudor del esfuerzo…”
“… seréis útiles para el que más os necesite”
Esto era lo que les decían mientras eran empaquetados en la cadena de producción y ellos eran felices pensando que algún día serían de utilidad.
A nuestro trocito de papel, después de mucho tiempo almacenado y transportado, al final una mano fina y delgada de mujer le sacó y le separó de la compañía de los que hasta ese momento habían sido su familia…
“… soy libre…” –se decía.
“… voy a ser útil…” –se repetía una y otra vez.
Lo que a nuestro trocito de celulosa nadie le explicó es que una vez usado, lo tirarían al suelo y lo pisotearían como si de un despojo se tratara. Ya había cumplido su función y ya no servía para nada. Y eso en el mejor de los casos…, podría haber servido como papel higiénico y acabar en una cloaca rodeado de excrementos.
“…y, ¿ahora qué?” –se preguntaba.
Usado y tirado, sin futuro. Esperando un reciclaje que sólo Dios sabe en qué le convertiría o si llegaría algún día.
¿Quién de vosotros no se ha sentido alguna vez utilizado?, ¿quién no ha utilizado a alguien alguna vez?
Y…, ¿qué pasa cuando un día, después de “usar y tirar” a tantos “Kleenex” nos damos cuenta de que ya no tenemos?, de que ya no están y lo peor de todo…, que ya no volverán…
Un abrazo a todos los “Kleenex del Mundo”, a pesar de que fuimos usados y tirados, por lo menos… ¡nosotros cumplimos con nuestra misión…!
Eso espero…
Blog, Pensamientos que nunca debieron salir de mi cabeza.
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