La Carta
Érase una vez un “Amor Roto”. Como todos los amores rotos, necesitaba una de esas despedidas en forma de “carta desgarradora”, llena de dolor, rencor, culpa. Llena de esas expresiones que surgen cuando no sabes realmente qué pasó… puesto que por lo general siempre es una de las partes la que lo rompe, la que incumple el pacto. Ese pacto que la otra parte creía irrompible, sagrado, inmaculado por su fe ciega y confianza en esa persona. En fin… la vida misma.
Como todas las cartas de despedida, la que sigue a continuación no es más que un cúmulo de sin sentidos que emanan de un Corazón Roto, el cual tiene la sensación que ha perdido las ganas de vivir. Es posible que algunos lectores se sientan identificados, otros pensarán que es una gilipollez, otros dirán que estas cosas no ocurren, otros lo leerán con indiferencia, pero… es posible que alguna persona crea que está hablando de su vida o quien sabe… es posible que incluso existan personas, entre las que me encuentro hoy en día, que pensarán que para que esto nunca le vuelva a pasar… lo mejor es estar solo con tu soledad.
Cuando te expones y te abres a los demás, te arriesgas a que te destrocen. No es menos cierto que si te cierras… siempre estarás solo.
Decidan por ustedes mismos. Yo ya no doy más consejos que luego termino siendo el culpable de decisiones que ni me van ni me vienen. Cada persona que tire de su carro, yo ya me retiré… simplemente sigo esperando y aunque la espera en ocasiones resulta desesperante… sigo esperando esa señal que nunca aparece en el firmamento.
Quién sabe si alguna vez aparecerá. Por si acaso yo sigo mirando todas las noches pero sé que “Don Orgullo” sigue allí y que es el compañero de viaje más obstinado que existe, aquel que nunca da su brazo a torcer a pesar de todos los pesares. (Yo me entiendo)
La carta podría rezar así:
Si estás leyendo estas letras es que por suerte o por desgracia yo ya no estoy. Se me hizo muy difícil todo, lo siento.
Nunca me creíste, yo siempre fui sincero contigo y tú no quisiste escucharme. Era más importante tu futuro y por supuesto… yo no entraba en él.
Una pena, ninguno de mis sueños se cumplió. A lo mejor es que eran imposibles. Puede ser.
Lo que más me dolió fue tu falta de corazón… Las pocas veces que me dijiste que me querías, y lo que me costó que lo hicieras, ahora sé que nunca fueron sinceras. Tú solo miras por ti y por tu futuro. El presente no es más que un medio para conseguir lo que pretendes y el pasado el eso… pasado.
Lo más dantesco, penoso y no sé qué calificativos más usar es que yo te quise con todo mi corazón, que te sigo queriendo y que siempre te querré esté donde esté. A pesar de todo el dolor que me has producido, a pesar de todo el daño que me has hecho… yo te quiero.
Lo perdí todo por ti. Yo era una persona feliz, a pesar de los problemas que pudiera tener, pero era feliz…, muy feliz. Un buen día apareciste y todo giró 180 grados.
Es verdad, y yo no me quito culpa. Yo también soy culpable de todo lo que ocurrió pero yo te quería, lo dejé todo por ti y tú me dejaste tirado precisamente en el peor momento de mi vida, en ese momento en el que me encontraba más hundido física, moral y económicamente hablando.
Me mataste, nunca conseguiré entender por qué lo hiciste. Nunca sabré si “algo” de estos últimos años fue verdad o simplemente me usaste para salir de tu jaula.
En eso también soy culpable. Te enseñé un mundo que nunca habías vivido. Te enseñé a volar y precisamente fue eso lo que hiciste… “volar”.
Lo que hubiera dado por volar contigo, lo que habría dado por despertar a tu lado cada mañana, lo que habría dado por reír y llorar en tu hombro… lo que habría dado…
Ya es tarde… demasiado tarde. La luna llena ya no es nuestra, se cubrió de sangre de tanto llorar. Por mucho que la mires por la ventana las noches que deje de llorar y que se atreva a salir, yo ya no estaré nunca más.
Quien sabe… posiblemente nunca me buscaste en ella, posiblemente eso también era otra de tus mentiras, posiblemente no fuiste nada más que otro de mis sueños incumplidos. Uno más.
En fin, ya da lo mismo. Ahora solo queda ese espacio abandonado que ni tú ni yo volveremos a recorrer. Ahora solo quedan palabras vacías que perdieron su significado. Ahora solo quedan imágenes en mi cerebro que no acierto a comprender si alguna vez fueron reales o si simplemente no son más que imaginaciones de una mente enferma que una vez creyó en ti. Eso sí…
No llores muerto…
…aquello que despreciaste vivo.
Espero que nadie se sienta ofendido. Como siempre digo: “lo aquí escrito no es verdad ni mentira… simplemente es mi verdad”.
De todas maneras, siempre seré el malo de la película. Haga lo que haga, diga lo que diga, escriba lo que escriba, piense lo que piense… siempre seré yo el que pierda… ¡Lo sé!
Y por supuesto… sigo esperando.
«La Carta» es un texto original de 1331ocho registrado en SafeCreative con el número 1904210709007 y pertenece al Volumen 2 de Pensamientos… que nunca debieron salir de mi cabeza.
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