Vocales
Érase una vez las letras del abecedario. Todas vivían unidas y ordenadas de la A a la Z.
Decidieron mezclarse y se dieron cuenta que podían formar palabras, con las palabras podían formar frases. Las frases formaban párrafos y los párrafos historias que eran contadas a los cuatro vientos hasta los confines de la tierra.
Un día, una de las letras observó que cinco de ellas eran las que daban sentido a las palabras y que eran las más utilizadas a pesar de ser una minoría. Se juntaron en un pequeño grupo y se llamaron “Vocales”. A las demás las empezaron a llamar “Consonantes”.
“A”, que era la primera en todo, decidió erigirse como la líder del pequeño grupo y empezó a malmeter a sus cuatro compañeras:
— Somos las más importantes.
— Sin nosotras, no hay género.
— Sin nosotras, no pueden existir las palabras porque estamos en todas. Las demás no pueden decir nada sin nosotras.
En parte tenía razón. Lo que no decía era que ellas tampoco podían hacerlo por sí solas pero como lo sabía, decidió convencer a las consonantes que le interesaban para que se unieran a ellas, quitándose de en medio a aquellas que no les fueran útiles.
— ¡Qué rara es la “ñ”!, ¡no me sirve! —decía.
— ¿Y la “w”…?, ¡tampoco!
— ¿Para qué tener “b” y “v” si suenan igual?, ¡con una nos basta!
— ¿Y esa “h”?, ¡si es muda!
Poco a poco fue quitándose de en medio las consonantes que no le interesaban porque decía que no eran como las demás y por lo tanto…, había que deshacerse de ellas.
Así fueron surgiendo diferentes grupos de letras en los diferentes lugares y con el tiempo, esos grupos se llamaron a sí mismos “idiomas”. Cada lugar tenía el suyo propio y cada grupo terminó expulsando a las consonantes que le eran molestas.
Las consonantes que iban siendo aceptadas no decían nada, a ellas lo que les interesaba era poder formar palabras, estuvieran en el orden que fuera y las desechadas no eran su problema.
Un día, descubrieron que existían otros grupos totalmente diferentes a ellas. Unos se llamaban “números”. Otros, signos de ortografía. Como también les servían para sus propósitos, los acogieron con la excusa de que enriquecían el lenguaje.
Durante mucho tiempo, las vocales fueron las amas y señoras de los diferentes idiomas hasta que un día empezaron a darse cuenta de que ellas podrían ser también prescindibles al aparecer otros grupos. Uno de ellos llamado “caracteres especiales”, comandado por una letra llamada arroba “@” y otro llamado “emoticonos”.
Surgió como de la nada un nuevo lenguaje que omitía en unos casos las vocales y en otros a palabras completas en una cosa llamada “chats” y se asustaron.
— ¡Vamos a desaparecer! —se decían unas a otras—, ¡eso no puede ser!
— No os preocupéis. —decía “a”— Es sólo una moda. Todo eso es pasajero.
Todo esto no deja de ser una metáfora de la vida actual y de los tiempos que nos ha tocado vivir. Nos empeñamos en echar al que consideramos “diferente”. Nos da miedo ser rechazados porque sabemos que nosotros mismos lo hacemos día a día bajo la falsa excusa de nuestra protección, sin darnos cuenta de que en realidad todos formamos parte de esto que llamamos “mundo” y queramos o no, tenemos la obligación de respetarnos los unos a los otros. Reconozco que es fácil decirlo y de hecho, se queda muy bien cuando se dice, lo difícil es hacerlo. Todavía me queda un poquito de esperanza en el ser humano.
El problema es que es muy poquito lo que me queda…
Moraleja:
“No excluyas a nadie por ser diferente a ti…
…algún día, el diferente puedes ser tú”.
Blog, Pensamientos que nunca debieron salir de mi cabeza.
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