La historia que os voy a contar a continuación, sinceramente, no sé si es real o no lo es.
Como siempre digo:
“De lo que veáis…, creed la mitad.
De lo que os cuenten…, ¡ni siquiera eso!” (incluido yo)
El caso es que a mí me la contaron y para ser sincero me impactó. Por eso os la cuento hoy a vosotros, para que saquéis vuestras propias conclusiones.
Primero hay que explicar qué es un pacto de sangre. Existen de muchos tipos pero del que vamos a hablar hoy es de un “Pacto de Sangre entre Enamorados”. Muy por encima y resumiendo, los pactos de sangre entre enamorados, por lo general son una serie de frases en la que ambos se juran amor eterno y son firmados con la sangre de los dos.
Hay que decir que la sangre simboliza la vida y en los rituales de magia (blanca o negra) es parte del alma humana. Para los judíos el alma reside en la sangre, para los católicos es vital puesto que Jesús en la última cena dio de beber a sus discípulos de su propia sangre. Y qué decir de los pactos satánicos, el hecho de firmar con la propia sangre simboliza el hecho de vender tu alma a cambio de los favores de satán. Por lo tanto, en los pactos entre enamorados, significa la unión de las almas para toda la eternidad. Pero, ¿cuáles son las consecuencias de su rotura?
En teoría, cuando dos almas se unen en una, ya no pueden ser separadas, por lo tanto, aquel que rompa el pacto perderá su alma para que el otro pueda seguir viviendo (metafóricamente, claro).
La historia que viene a continuación tiene algo especial por una razón que yo sinceramente desconocía, como es el hecho de que parece ser que la persona víctima de la rotura, por decirlo de alguna manera, puede llegar a salvar a la que rompió el pacto en lo que viene a llamarse “Acto de Amor Supremo” que consiste en sacrificarse empeñando su alma en favor de la otra persona para que él o ella quede libre de toda responsabilidad y pueda seguir viviendo.
Viernes, 8 de junio de 2018.
Estaba sentado en la terraza de un bar cuando un hombre se me acercó a pedirme fuego, yo le dije que no fumaba porque eso era algo malo para la salud y que yo quería vivir muchos años a lo que él me contestó con una sonrisa:
— Y yo, ¿pero a costa de qué?
La respuesta me hizo pensar y según se iba le llamé.
— Perdone, no he entendido lo que me ha querido decir.
El hombre se volvió y mirándome fijamente a los ojos me dijo:
— Para vivir es necesario tener alma y yo por desgracia la perdí.
— Eso no se puede perder — le repliqué— para alguien creyente, el alma está dentro de nosotros desde que nacemos hasta que morimos y yo le veo muy vivo a usted.
— ¿Y quién le ha dicho a usted que yo esté vivo? —me cortó.
Entonces fue cuando le invité a que se sentara conmigo a tomar un café a lo que él, después de unos segundos de tenso silencio, accedió. Desde el principio tuve la sensación de que me quería contar a toda costa su historia, como si necesitara gritar a los cuatro vientos el por qué de su situación.
Empezó preguntándome si yo creía en las almas gemelas, a lo que yo le contesté que ese era un tema del cual no entendía demasiado pero que me gustaría creer porque significaría que el amor eterno podría existir, cosa de la que yo humildemente, discrepo.
—Yo perdí mi alma por amor —me dijo muy serio —la empeñé para que ella pudiera seguir viviendo.
Para ser sincero, lo primero que pensé fue que a ese hombre se le había ido la cabeza y que todo lo que contaba no eran más que fantasías.
Pero entonces fue cuando metiéndose la mano en el bolsillo, sacó un papel de pergamino muy arrugado y me dijo:
— Este es el pacto de sangre que firmamos Sofía y yo hace años. Ella lo rompió, pero yo la quería demasiado como para permitir que se condenara. Era mi “alma gemela”.
— ¿Y ella qué dice? —le pregunté incrédulo.
— No lo sabe —me contestó con resignación —Yo no puedo decírselo.
— No entiendo —le dije mientras el camarero nos traía los cafés con hielo.
— Ya lo entenderás —contestó dando vueltas una y otra vez a la cucharilla removiendo el azúcar, cosa que por cierto, me ponía muy nervioso.
Pasó un rato explicándome quien era Sofía y su increíble historia de amor, de cómo fueron separados y cómo se volvieron a encontrar con el paso de los años y yo, me iba enganchando más y más escuchando hablar a ese desconocido.
Fueron pasando los minutos, luego las horas y ese hombre no paraba de hablar. Cada cierto tiempo pedíamos otro café y yo seguía escuchando como si fuéramos dos amigos que hacía tiempo que no se veían.
Después de unos cuantos cafés fue cuando me dijo que hacía un mes había ido a ver a su amigo Miguel, un brujo. Un personaje extraño, por decirlo de alguna manera fina. Según él tuvieron una larga conversación, cosa que no me extrañó porque si era capaz de hablar y hablar con un desconocido como lo estaba haciendo conmigo, ¡qué no haría con un amigo!
— Yo nunca he creído mucho en estas cosas — me decía —posiblemente fui a escuchar lo que quería oír pero resultó ser todo lo contrario. Empezó a hacerme preguntas a las que yo no tenía respuestas porque yo no había estado en esa sesión de Tarot y no me quedó otro remedio que preguntarle a ella.
Todo había sido tal cual se lo había presentado el brujo. Me decía que no podía salir de su asombro. Otra vez una tercera persona les separaba pero esta vez con malas artes.
La explicación de Sofía fue la siguiente:
— He ido esta tarde a que me echen las cartas y me han dicho que tenemos una maldición pero que todo se puede arreglar haciendo un sacrificio. Tiene que haber un perdedor para que el otro se pueda salvar y he decidido que voy a ser yo quien corra con la culpa para que tú puedas ser feliz.
Mientras me contaba lo que Sofía le había dicho tenía la vista perdida y no sabía si echarse a reír o a llorar ante tal despropósito pero no era sólo eso todo lo que aquella señora le había dicho, todavía quedaba la parte más subrealista y absurda.
— Conocerás a una chica morena que te hará muy feliz, yo sólo me tengo que retirar para que tu felicidad sea completa.
Lo que el brujo le preguntó fue lo siguiente:
— ¿Le ha cogido la mano izquierda mientras le decía todas esas cosas?
— ¿En algún momento le ha puesto las manos sobre la cabeza?
— ¿Le ha pedido permiso para ausentarse en algún momento de la conversación?
— ¿Llevaba algo tuyo, algún regalo que le hubieras hecho y le dijo que se lo quitara para no hacerte más daño?
Me dijo que todas esas preguntas se las trasladó a Sofía y que todas sus respuestas fueron afirmativas. El objeto que llevaba era un talismán que él le había regalado años antes y que llevaba siempre colgado del cuello.
Realmente nunca supo si lo que le contó Sofía y si el motivo de asistir a aquella sesión de Tarot fue la de poder tener una justificación para hacer lo que después hizo, romper su pacto. Hay personas que necesitan una justificación para no sentirse culpables de sus actos y así quedar libres de toda culpa en su interior sin darse cuenta de que son manipuladas, simplemente se dejan llevar o peor aún, no son conscientes del daño que hacen.
— Yo no quería pero…, era lo mejor para ti —y se quedan tan anchas.
Lo peor de todo es que se auto convencen de tal manera que es imposible que cambien de parecer. Lo están haciendo por el bien de la otra persona, a la que supuestamente aman y para ellas es incluso un acto de amor casi sagrado.
Siempre he creído que las personas no cambian, se pueden esconder detrás de un velo transparente pero tarde o temprano el velo se levanta y deja la cara al descubierto.
— Dos veces me rompió el corazón. Dos veces. Y a pesar de todo…, yo la sigo queriendo — me decía una y otra vez.
— Llámame tonto si quieres, puede que lo sea porque ni yo mismo lo entiendo — seguía diciendo con lágrimas en los ojos — pero ya la perdoné una vez, aunque tuvieron que pasar veinticuatro años para hacerlo. Ese tiempo ya no lo tengo, ahora el tiempo va demasiado deprisa como para esperar tanto. Sólo espero una señal, sólo una…, pero no llega.
A la persona que realizó esa tirada de Tarot (si es que alguna vez existió tal sesión) me gustaría hacerle una pregunta. ¿Se puede dormir sabiendo que gracias a sus palabras alguien perdió aquello que más quería?
¿Esta gente es consciente de que sus palabras, visiones o lo que quiera que sea pueden llevar a otras personas a tomar decisiones incluso en contra de su propio corazón por la simple creencia de que si no hacen lo que las cartas le han dicho que hagan serán castigadas por un ente superior?
Es algo curioso pero pasa todos los días. Necesitamos empujones para hacer cosas, incluso en contra de nuestra propia voluntad.
Cuando entras en un juego así, la cabeza se te puede ir y puedes llegar a hacer cosas que si las pensaras dos veces no las harías.
— ¿Qué puedo hacer? — le preguntó al brujo.
— ¿La quieres de verdad? — le contestó con otra pregunta y siguió diciendo — porque si la respuesta es sí, la tarotista tiene razón. Sólo se puede arreglar con un sacrificio.
— ¿Qué tipo de sacrificio? — le preguntó.
— Cuando se hace un pacto de sangre, la persona que lo incumple debe ser castigada. Su alma no descansará hasta que sea perdonada de corazón.
— Pero…, ¡si yo ya la he perdonado! — exclamó.
— ¡No! — Le dijo cortándole — hay un perdón superior, el suyo propio.
O sea, lo que el brujo quería decir es que mientras ella tuviera remordimientos por la rotura del pacto, nunca encontraría el perdón. Una cosa es que te perdonen por algo que has hecho, lo verdaderamente difícil es perdonarte a ti mismo.
Ahora tenía que saber si tenía remordimientos o si simplemente todo había sido un juego para ella.
— Sofía, ¿puedes dormir tranquila después de lo que me has hecho? — le preguntó.
Ella, después de un rato de tenso silencio, simplemente dijo:
— No. Sé que he hecho mal y que tendré que aprender a vivir con ello.
Lo peor de todo es que estaba convencida de que para que él fuera feliz, ella tenía que desaparecer de su vida (como si estuviera abducida por algo) y no era consciente de la rotura del pacto de sangre y sus consecuencias.
La mente humana tiene unos resortes de auto protección complicados que pueden distorsionar la realidad de tal manera que vives en tu mundo y lo que hay en el exterior ni siquiera te afecta.
— ¿De verdad la quieres tanto como para sacrificarte tú a pesar de todo? — le volvió a preguntar el brujo.
— Sí — le contestó.
— Deberás suplantar su alma con la tuya — le dijo.
— ¿Y cómo hago eso? —preguntó asustado.
— ¡Empeñando tu alma! —exclamó clavándole los ojos— Y tienes que saber que la única manera de recuperarla es haciendo que la persona que manipuló toda la información se desdiga y asuma que mintió y lo más difícil de todo…, debe ser ella quien lo consiga. Nunca podrás decírselo o perderías tu alma para toda la eternidad.
— ¿Y cuánto tiempo tengo? —volvió a preguntar.
— Hasta el final de tus días —contestó— Una vez que tu cuerpo deje de existir, tu alma irá hacía su dueño y ya no volverá jamás. Dejarás de existir, desaparecerás del recuerdo de todos. Esa es la verdadera maldición. ¡No habrás existido nunca!, ¿estás dispuesto a hacerlo?
Tras unos segundos con la mirada perdida, intentando asimilar todo lo escuchado, simplemente dijo:
— Sí.
Desde entonces, vive sin alma, ya no siente.
— Es una sensación rara —me decía— desde entonces sólo transito por esta vida sin emociones, sin apegos, sin amor, sin odio. Intenté verla varias veces para ver si ella se daba cuenta porque yo no se lo podía decir pero fue imposible. Sólo quería que me mirara a los ojos porque sé que se habría dado cuenta, nada más, pero ella se negó. Decía que sentía tanta vergüenza que no podía mirarme a los ojos sin llorar. Sólo espero…, mientras el reloj va consumiendo segundo a segundo mi existencia, que alguien se lo diga, yo no puedo hacerlo.
Y entonces fue cuando me hizo la pregunta que me temía:
— ¿Lo harías por mí?
A lo que yo contesté temblando:
— Haré lo que pueda.
Después de un rato, nos levantamos, yo pagué los cafés y dándome un abrazo dijo:
— Gracias por escucharme, para que luego digan que el tabaco es malo. Si no llega a ser por él, nunca nos habríamos conocido.
Nos echamos a reír y nos despedimos.
Realmente sobre lo que aquel hombre me contó, yo me hago varias preguntas:
¿Realmente existió esa sesión de tarot?
- Si la respuesta es sí, entonces depende de ella la salvación de su alma y me da la sensación de que es muy poco probable que atienda su petición si todavía sigue bajo el poder de aquel ritual.
- Si la respuesta es no, es decir…, si todo fue una burda invención, no puede esperar que ella haga nada por él puesto que si la rotura del pacto se basa en una mentira tan cruel por parte de ella, tan sólo para justificarse por lo hecho, tengo la sensación de que empeñó su alma en vano y que jamás la recuperará.
Esto me produce una gran desazón porque no creo que alguien tenga que pagar por los errores de otros y más aún cuando estos errores son intencionados y con mala fe, pero así son las reglas del juego. Por cierto…, ¡un juego peligroso!
¿Se puede querer tanto a alguien como para empeñar tu alma para salvar la suya, sabiendo que la puedes perder y teniendo incluso la duda de si lo que te contaron era o no era realmente cierto?
- Lo siento pero…, para esta pregunta no tengo respuestas. Juzgar vosotros mismos.
Es curioso esto de las maldiciones. Casi todos decimos que no creemos en ellas pero en lo más profundo de nosotros, posiblemente por miedo a lo desconocido, nos producen un gran temor. La esperanza de una “vida eterna”, de “otra vida mejor”, del “cielo” o como queráis llamarlo ayuda a muchas personas a vivir día a día a pesar de sus desgracias. Posiblemente es a lo que nos aferramos para no desfallecer cuando todo va mal.
¿Maldiciones?, ¿no será que es más fácil decir a alguien que está maldito para que así se acojone y entonces su cerebro intente auto protegerse sin atender a la razón y por qué no decirlo…, al corazón? Pues ya que le gustan las maldiciones…, ahí va otra y ésta va dirigida a la persona que echó las cartas y si esa sesión nunca existió, a la que se lo inventó:
“Llevarás sobre tu conciencia la pérdida del alma de un inocente”
“Quien tribula con engaños será desposeído de sus dones, si es que alguna vez los tuvo, hasta que el alma perdida por sus malas artes sea salva”.
En fin, si esta historia le suena a alguien y resulta que es real y conoce a Sofía, que se lo diga porque él no puede hacerlo. Yo la he publicado aquí para ayudarle.
Eso sí…, como os dije al principio:
“De lo que veáis…, creed la mitad.
De lo que os cuenten…, ¡ni siquiera eso!”
Como os podéis imaginar, esta historia es ficción y cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.
O no…
Blog, Pensamientos que nunca debieron salir de mi cabeza.
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